Cuando el viajero llega a Vélez Blanco, encuentra al doblar el primer recodo y bajar una escalinata los llamados caños de la novia. Dos caños de aguas cristalinas que vierten sus aguas en el barranco de la canastera y que sacian la sed de vecinos y forasteros.
No se sabe si es por el lugar donde están enclavados o por la calidad de sus aguas pero son muchos los que se acercan a beber de este manantial sin conocer el halo de misterio que rodea la fuente. Una antigua leyenda recorre la villa marquesal sobre una joven sonámbula abandonada y un forastero que la rescatará de su sueño eterno.
Aún hoy, las gentes de Vélez Blanco cuentan esta historia y dicen que quien bebe de sus caños siempre termina enamorado. Las parejas bajan juntas a beber del manantial del amor y los que todavía no son novios a buscar en las aguas de la fuente ese encuentro como el forastero y la joven.